El olvido

21.09.2017

Son las tres de la mañana. Estaba dando vueltas en la cama y mirando Instagram. Solo hay americanos dando likes ya que allí todavía es temprano. Me incorporo y veo todo Madrid. Hay ventanas con luz. Pienso en si realmente no podrán dormir como yo. Al fondo, el parpadeo de los que viven más alejados de la ciudad. Aquí, alguien pasea a su perro, lo sigo con la mirada mientras abro la ventana. Ahora corre el aire. Me sigo fijando en los coches que veo al final de las avenidas, en las ventanas con luz, en los continuos parpadeos. ¿Y si estuviese ahí? me pregunto. ¿Y si la persona que deseamos encontrar duerme bajo uno de esos titubeos de luz?

 

Vuelvo a la cama. Deseo soñar aunque a veces los sueños son caprichosos y te traen esos recuerdos que estando despierto pierdes de vista. O que simplemente deseas no tenerlos muy cerca. Una vez en una película decían algo así: "El olvido es inevitable" le doy vueltas a esa escena y a esa frase. ¿Estamos predestinados a ser olvidados? ¿O a ser recuerdos? ¿O ambas cosas? Miro al techo y me vienen fotografías a mi cabeza. La primera vez que agarré mi cámara. El día que les dije a mis padres que quería estudiar cine. Cuando se publicó mi primer libro. Y luego el segundo. Mi primer beso. Mi primer viaje. Cuando llegué a Nueva York. Cuando me despedí de mis amigos y me mudé. Cuando pisé Madrid. Cuando encontré una casa en Madrid. Todos son recuerdos, algunos de ellos no los recordamos con exactitud pero ninguna historia llegaría a ser perfecta si no fuese porque no todos los recuerdos son exactos o claros. Cuando deseas que una historia no vuelva a tu cabeza intentamos esconderla, guardarla en algún cajón. Las fotografías son historias, los regalos siguen siendo historias. Los libros y las películas que viste junto a esa persona son también parte de vuestra historia y a veces, ilusos, creemos que guardando todo en un mueble el recuerdo se irá apagando. Al principio, puede parecerlo, pero los recuerdos no viven ahí sino dentro de nosotros mismos. 

 

Después de tanto, abro el cajón y leo cartas, me río de algunas fotografías, de algunos viajes. También hay alguna película, algún disco y sobre todo hay muchos sentimientos. No creo que sea el lugar idóneo para tener todo esto, pero no tengo otro sitio tan grande para guardar tantos recuerdos. Y es que todos necesitamos recordar. Volver a emocionarnos, volver a perdernos en esas cartas, en esas letras.

 

Ahora entiendo a mi profesor de historia Miguel, que decía: "La historia nos ayuda a entender el presente estudiando el pasado" cuanta razón tenía. 

Suspiro y cierro el cajón. Al levantarme del suelo ya no se ven las luces al final del paisaje, ahora se ve otra, es la del amanecer que me avisa de que he pasado demasiado tiempo frente a ese mueble. Aunque me quedo aliviado, no sé si es por la luz que entra ahora en la habitación o porque me está intentando decir que siempre sale el sol.

 

U N   A R T Í C U L O   D E   D A V I D   O L I V A S